Tax the Rich y elecciones
El contexto de la pandemia ha vuelto muy evidente que el Estado mexicano no cuenta con los recursos para reaccionar de la forma más apropiada frente a contingencias de esa magnitud. Esto debió hacer que la agenda política en el país se moviera hacia la reconstrucción y ampliación de las capacidades del Estado y con ello inevitablemente a un rediseño fiscal que le de los recursos para actuar. Desafortunadamente no fue el caso, lo que vimos fue una campaña política rumbo a las elecciones del día de hoy que se caracterizan más que nada por ser un circo, ningún tema de verdadera importancia para los intereses del país se discutió.
La razón más simple y quizá la más correcta es porque ningún partido político en México estima provechoso para su causa hablar en una campaña de como comenzar a resolver los problemas del país. Los impuestos en especial siendo algo poco popular probablemente serían la última cosa que pasaría por su mente. Lo más preocupante quizá no es la actitud de nuestros políticos, sino la actitud de los ciudadanos. Como bien explican Kenneth Scheve y David Stasavage en su magnífico libro Taxing the Rich A History of Fiscal Fairness in the United States and Europe ,las grandes reformas progresivas en materia de impuestos suelen surgir de la existencia de demandas compensatorias entre la población.
¿Qué es una demanda compensatoria? Es la demanda que surge en la sociedad de lo que percibe como un trato injusto. Por ejemplo, que los ricos paguen menos impuestos que el resto de la sociedad, que ciertos grupos obtengan más beneficios o privilegios, que el costo de una política o de una catástrofe, como lo puede ser una guerra o lo es una pandemia, recaiga en los más vulnerables. En circunstancias de esta clase, se vuelve mucho más factible hacer cambios fiscales porque el costo político es bajo, existe una demanda social para cobrar impuestos y atender con esos recursos los agravios de las personas (el caso de las posguerras de las guerras mundiales y de otros tantos conflictos en la historia).
En México la pandemia y sus efectos deberían ser una fuente natural de este tipo de agravios y por lo tanto en presión favorable a estos cambios, pero no parece ser el caso. Lo regresivo del sistema fiscal también debería serlo, en la gráfica siguiente (elaborada para un ensayo pendiente de pública para Oxfam México) podemos ver con claridad la ilusión de la progresividad en México. En el panel a) es el sistema fiscal como aparenta ser, ligeramente progresivo con el 10% más rico pagando más (aunque los deciles del 1 al 5 muestran una relativa regresividad), corrigiendo por las ganancias de capital que no medimos bien en las encuestas , el panel b), en la realidad la progresividad del sistema es muy diferente, el 90% de la población paga más que el 10% más rico (sobre todo las personas en los deciles 7 y 9), en esencia la clase media subsidia a los más ricos en cuanto a sus obligaciones tributarias.
Como señalo en el futuro reporte de Oxfam y en mi capítulo (el número 11) del libro 4T claves para resolver el rompecabezas, es muy difícil encontrar una situación más injusta en lo fiscal. Es una progresividad parecida a lo que se observaba en la Venecia de los 1550 (Alfani y Di Tullio 2019) o en el Estocolmo de 1650 (Bengtsson, Olsson y Svensson 2021).
Qué en México no existan demandas compensatorias por parte de la población en un periodo que ha exhibido abiertamente la existencia de agravios e injusticias y donde las condiciones globales se prestan para buscar hacer cambios fiscales es para mi una señal preocupante. Más preocupante aún, es que ni en el gobierno con todo su capital político , ni entre aquellos que aspiran a puestos de toma de decisiones en la vida pública del país hablen de estos problemas. Quizá nuestros candidatos esperan que los problemas del país se arreglen solos, sin comprometer recursos o quizá ni siquiera piensen realmente en resolverlos.
Al final por estas consideraciones, es por lo que por primera vez desde 2006 (la primera elección donde pude votar) no votaré. Ninguna opción en donde me corresponde votar me representa, ninguna opción me representa en el país en estos momentos. Eso en sí mismo es quizá lo más trágico para mí, pues mis exigencias de representación en estos momentos son muy básicas: la sensatez y el buen juicio de querer atender los problemas más apremiantes del país, el fiscal siendo el rey de estos. Pero en esta época lo que reina en el país es la trivialidad, no el interés nacional. Quizá es mucho aspirar a la sensatez cuando no vivimos en tiempos sensatos.
- Adenda: quizá si cambie de opinión en el día y si vote aunque sea anularlo, que 2 o 3 partidos rémora pierdan el registro no sería tan malo.
- Adenda 2: al final si vote, uno de mis tres votos por amistad, otro por el país y el último por congruencia.
- Adenda 3: descubre la palabra latina barathrum — abismo, lugar infernal- describe bien mi impresión de los últimos 2 meses en la política mexicana.