Guerra, Desigualdad y la Formación del Estado Mexicano a 174 años del Tratado Guadalupe Hidalgo.
Este 2 de febrero se cumplen 174 años de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo entre Estados Unidos y México (1848) que puso fin legal a la Guerra México-Americana. La guerra no sólo es importante por sus consecuencias geográficas, la pérdida de más de la mitad del territorio mexicano; lo es porque constituye un momento fundacional en los intentos de modernizar a la economía mexicana. Cómo modernizar al país y prevenir otra derrota que pusiera en riesgo su existencia, fue una de las grandes fuentes de conflicto que dominarían la vida pública de México las siguientes décadas. Es además un evento en donde se exhiben los serios problemas de la joven república, desde la debilidad fiscal, hasta la completa falta de capacidad estatal.
A grandes rasgos, uno de los temas centrales de mi proyecto de tesis es la relación de la desigualdad, la guerra y la modernización de la economía mexicana. La Guerra México-Americana es un suceso donde todos esos temas se encuentran. La debilidad fiscal del país es uno de sus problemas crónicos y esta estrechamente relacionada con la formación de capacidades estatales y con la evolución de la distribución de la riqueza y el ingreso en el país. Por ello,repasar esta historia y hacerlo a los ojos de la historia económica nos da la oportunidad de explorar el impacto de algunas fuerzas en la evolución de México y con ellos derivar algunas lecciones muy generales para pensar los problemas presentes y de muy larga duración en el país.
Para entender que pasaba política y económicamente en ese periodo las finanzas públicas y la economía política del momento son esenciales. Durante las primeras décadas después de la independencia, el país no podía manejar sus finanzas públicas de forma adecuada. Tras su independencia México rápidamente se encontró en una escalada militarista para proteger su recién ganada independencia de los intentos de reconquista española en un contexto de poca cohesión interna y grandes enfrentamientos ideológicos entre facciones (centralistas y federalistas) y captura estatal por elites económicas. Esta combinación de inestabilidad política, gasto militar elevado y corrupción conduciría al desastre. Eventualmente sería imposible disminuir el gasto militar por el temor a sufrir golpes de estado y lo benéfico que el statu quo resultaba para muchos de militares y políticos de su tiempo. (Para una exploración detalla del periodo el libro de Jesús Hernández Sánchez presenta de manera excelente la situación política y económica).
El país tenia una muy baja capacidad recaudatoria, dependía casi completamente de los impuestos al comercio exterior (más del 60% de sus ingresos), de los impuestos al comercio interno y de algunos estancos como el tabaco. Esta situación de muy baja recaudación y enormes compromisos de gasto llevarían al país a la insolvencia, a dejar de pagar su deuda externa, cerrarse el acceso a los mercados de crédito internacionales y terminar por refugiarse con los infames agiotistas que terminarían en parte por capturar al estado.
La siguiente figura puede resumir bien el estado de las finanzas públicas. Gastos que sobrepasan por mucho la capacidad de generación de recursos del país y que fundamentalmente iban al ejercito. El gobierno mexicano prácticamente se transformo en el ejercito, o el ejercito en el gobierno (entre 60% y 80% del presupuesto era gasto en el ejercito y la marina).
Con el comienzo de hostilidades en la Guerra México-Americana en 1846, la situación se volvió crítica. Enfrentando bloqueos en sus puertos el gobierno mexicano se quedo aun con menos recursos obligándolo a medidas desesperadas como la imposición de prestamos forzados, más deuda con los agiotistas, etc. Al final los sucesos de la guerra y toda la dinámica previa tendría muy marcos efectos distributivos.
La siguiente figura muestra una reconstrucción basada en testamentos de la evolución de riqueza en México en el periodo. podemos observar que tras la independencia, las décadas de 1820 a 1830 y de 1850 a 1860, se produjo un aumento importante en la concentración de la riqueza. Curiosamente por la destrucción de la guerra México-Americana y las medidas de emergencia como los prestamos forzados y donaciones una disminución en la concentración se acentúa en los años alrededor de la guerra.
En lo general se suele pensar que las guerras tienden a reducir la desigualdad conforme estas destruyen capital (Scheidel 2016), producen movilizaciones de soldados que requieren compensaciones (Scheve y Stasavage 2016) y la necesidad de mayores impuestos para pagarlas (Piketty 2014). No obstante, también pueden tener el efecto opuesto si estas guerras se financian con mecanismos regresivos (Alfani y Di Tullio 2019). Las guerras grandes y muy destructivas suelen ser igualadoras, las guerras pequeñas o limitadas como la Guerra de Reforma suelen ser regresivas. La Guerra México-Americana tiene características que la hacen parecerse a los casos donde iguala y a los casos donde desiguala.
Para ver este efecto utilizo el método conocido como event-study (una especie de regresión de diferencia en diferencias dinámica) que permite ver el impacto de un suceso (el evento) en una variable antes y después del mismo. El resulto es la siguiente gráfica de evento:
El resultado apunta a que la guerra produjo una efímera igualación y a los pocos años comenzó a regresar a los niveles previos. En la gráfica de la evolución de la desigualdad arriba, podemos ver como la década de 1850 a 1860 se ve un incremento gradual hasta volver a niveles parecidos a las décadas previas. ¿Qué puede explicar tal comportamiento?
El regreso de la desigualdad parece estar asociado al restablecimiento del statu quo después de la guerra. El no solucionar el problema de la debilidad fiscal volvió a poner a los prestamistas del gobierno al centro, generando grandes ganancias para ellos. La conflictividad interna obligo al mantenimiento de ejércitos, el gasto militar es regresivo. Eventualmente la misma dinámica produjo resultados similares, más guerras, más deuda, una economía incapaz de generar ingresos y nuevas intervenciones extranjeras y mayor desigualdad.
Centeno (2002) dice que las guerras en nuestro continente dejaron países forjados en “sangre y deudas” en el caso mexicano parecer ser algo muy cierto. En otro trabajo, en conjunto con Sergio Silva Castañeda, estamos construyendo un índice de capacidad estatal para el periodo que parece tener una alta correlación con la evolución de las finanzas públicas y con la evolución de las desigualdad. Cuando la capacidad estatal disminuye la desigualdad es menor; tiene sentido si pensamos que un estado con más capacidades es más difícil de capturar.
Es hasta la década de 1870 cuando el estado mexicano se comienza a consolidar con mayor fortaleza que la desigualdad de riqueza parece llegar a su nivel más bajo en el siglo XIX. No obstante, es una igualación breve pues con el triunfo del proyecto liberal y los avances de la modernización de la economía entre 1870 y 1910 la concentración de la riqueza despega de la mano de la integración vertical de la economía de la hacienda y los grandes despojos de tierras.
Al final, ¿qué importancia tiene todo esto para el presente? la lección que nos deja es evidente: la debilidad de las finanzas públicas en el país suele estar relacionada con mayor inestabilidad política, el gasto militar históricamente ha sido regresivo y contrario a los postulados de la teoría belicista de Tilly (1990) o Mann (1988) “la guerra hace a los estados y los estados hacen la guerra”, en México el gasto militar parece estar relacionado inversamente con la capacidad estatal.
En el México de 2022, aunque en un contexto muy diferente, enfrentamos problemas no tan diferentes. La debilidad de nuestras finanzas públicas sigue siendo un problema, un problema que como en el pasado magnifica a los otros. Un estado sin recursos es un estado con pocas capacidades, un estado con pocas capacidades corre el riesgo de ser más fácilmente capturado por distintos intereses y tiene mucho más tentaciones a recurrir a soluciones autoritarias para conservar una estabilidad frágil. En nuestra historia y en nuestro presente, es imposible desvincular la debilidad de las finanzas públicas, la capacidad estatal y la desigualdad.